La basura que viene de Bolonia
Hace poco desde el blog Phiblógsopho nos lanzaban el meme, al parecer iniciado por David Carril, sobre las implicaciones del llamado proceso de Bolonia para la filosofía. Personalmente no tengo ninguna simpatía por dicho proceso en general, puesto que me temo que no es sino la prolongación, en la educación superior, del sistema que ha fracasado en la secundaria. Más de lo mismo y lo mismo empeorado porque sus consecuencias son mucho más graves. Agradezco a Phiblógsopho que lance el meme pues eso nos obligará a pensar sobre el susodicho proceso en relación con la filosofía, reflexión que es hoy harto necesaria y no sólo por las lamentables consecuencias que tendrá para la filosofía como disciplina, sino también para lo filosófico del resto de disciplinas. Trataré las dos cuestiones por separado.
1.- El proceso de Bolonia y la Filosofía como disciplina.
Que el proceso de Bolonia afectará a la Filosofía como disciplina es claro en la medida en que afectará a todas las disciplinas en cuanto tales. La razón es conocida y tiene que ver con la charlatanería pseudocientífica de la pedagogía oficial, antiacadémica y enemiga del conocimiento por el conocimiento y por lo tanto de la libertad intelectual. La búsqueda del conocimiento se ve sometida, bajo el influjo de esta cháchara, a la tiranía de la opinión pública, las necesidades empresariales y los expertos en recursos humanos.
Además de ésto, la disciplina filosófica se ve específicamente afectada. Es conocido que el dogma fundacional del proceso de Bolonia es la reforma de la universidad según el criterio de la empleabilidad. Aquellas carreras que directamente no desaparezcan, deberán adaptarse a ese criterio. En el caso de la filosofía corremos varios riesgos:
- Un posible escenario es que la Filosofía se adapte renunciando a su contenido especulativo y sustituyéndolo por una serie de capacidades más o menos valoradas por el mundo empresarial. En este sentido van todos aquellos que tratan de dignificar a la filosofía pretendiendo que los filósofos seamos asesores ético-empresariales, ejecutivos sagaces más valorados por nuestra capacidad crítica (ay, si ustedes supieran...) que por nuestros conocimientos específicos, asesores espirituales a lo Más Platón y Menos Prozac, etc. Estas tendencias no sólo suponen un empobrecimiento de la filosofía, sino que además la falsean, si no son directamente cuentos chinos, engaños y malentendidos.
- Otro escenario -más probable, en mi opinión- es que la filosofía no renuncie, en principio, a ser filosofía y acepte que su salida profesional natural es la docencia, especialmente la docencia en la educación secundaria. En ese caso ya hay algunos que dicen que para ese viaje no hacen falta muchas alforjas, y por lo tanto no hay que saber tanta filosofía, y la que haya que saber no tiene por qué ser tan técnica y especulativa. Se priorizarán aquellas habilidades -no conocimientos- que el lobby psicopedagógico estime conveniente en su delirio reformista, para convertirnos en e-docentes sumisos y hábiles con el Power Point. Puesto que el proceso de Bolonia exige que el grado se complete con un máster y para ser docente será necesario cursar el máster de psicopedagogía, parece claro que todos los graduados en filosofía cursarán el máster pedagógico de marras. Esto significa que no habrá opciones propiamente filosóficas tras el grado, lo que impedirá gravemente la investigación en filosofía (que además no parece despertar mucho interés empresarial), deteriorándose, a su vez, la docencia universitaria.
Es posible que al final lo que ocurra sea una mezcla del escenario 1) y 2), en cualquier caso la filosofía sólo se mantendrá en el proceso de Bolonia transformándose en otra cosa que no es filosofía. Nos moveremos entre la psicociudadanía de la autoayuda y el dogmatismo psicopedagógico.
2.- El proceso de Bolonia y lo filosófico del resto de disciplinas.
Si el proceso de Bolonia sólo afectara a la Filosofía como disciplina, sería grave. Muy grave, en realidad. Pero lo espantoso es que Bolonia no se conforma con cargarse a la Filosofía, sino que se cargará a lo filosófico. Todas las disciplinas tienen una aspiración filosófica. Las matemáticas pueden estudiarse para convertirnos en contables o pueden estudiarse para ampliar nuestro conocimiento. Lo mismo ocurre con la física, la química, la historia o la filología. Todas las disciplinas están animadas por un espíritu filosófico, que no se conforma con el uso del conocimiento disponible, sino que busca nuevos horizontes. Eso es lo que llamo lo filosófico del resto de disciplinas y es el motor de la investigación básica. Hasta ahora, al menos en teoría, la universidad era el lugar en el que las mentes más capaces podían dedicarse a investigar sin más interés que el de la verdad. La tiranía de la empleabilidad no favorecerá este espíritu filosófico, sino que convertirá a los graduados en contables más o menos agilipollados. La investigación, si la hay, no irá dirigida sino por el interés puramente crematístico. Esto sólo es malo si no existe otra posibilidad, como creo que ocurrirá al final con el proceso de Bolonia. La paradoja es que al final es la investigación básica, el espíritu filosófico, la que enriquece nuestro conocimiento y acaba beneficiando al final a las empresas. Sustituir lo filosófico de la universidad por la empleabilidad perjudicará, también, al progreso económico.