En Defensa de la Pedagogía (2)

Según Ortega el ser humano es la única cosa cuyo ser consiste en no ser. Somos un proyecto que no está dado, sino que debe realizarse. No somos hombres, sino que llegamos a serlo con ayuda de otros. Este llegar a ser hombres con ayuda de otros es la educación, que se convierte así en algo consustancial al ser humano. Así la educación tiene que ver con la construcción de mi propio ser, por lo tanto es una cuestión ética, pero como mi ser no se construye sino por y junto a otros, la educación es también en una cuestión política. Y no sólo eso: si lo que construyo con la educación es mi propio ser, entonces también es una cuestión ontológica. La reflexión sobre la educación es lo que llamo Pedagogía, y como vemos, la pedagogía está íntimamente ligada con las grandes cuestiones filosóficas: la verdad, la felicidad, la justicia, el ser humano, etc. No es casual la relación entre pedagogía y filosofía que observamos con harta frecuencia en la historia del pensamiento. La ética, la filosofía política, la epistemología, la ontología, la antropología filosófica, la hermenéutica, etc. son las disciplinas de las que se nutre la pedagogía.

Así entendida la pedagogía, no tiene demasiado sentido declararse antipedagógico. ¿Cómo íbamos a declararnos nosotros, filósofos y docentes, antipedagógicos? Sería una negligencia profesional. La reflexión sobre la educación nos pertenece en tanto que filósofos y en tanto que docentes.

Pero el llamado movimiento antipedagógico no es descabellado, puesto que no se opone a la pedagogía en el sentido que aquí le he dado, sino que se opone a otra cosa que se hace llamar LA pedagogía y no es más que UNA pedagogía. En efecto, hay tantas pedagogías como filosofías. El problema es que hay una teoría pedagógica en concreto que se ha convertido en oficial, es decir, que es impuesta a través de las leyes, dominando el sistema educativo en su conjunto. Estoy en contra de que la pedagogía sea políticamente dirigida, precisamente porque la pedagogía tiene una dirección política. El control de la pedagogía constituye el medio para realizar o creer realizar el sueño totalitario del control y el diseño de la propia naturaleza humana a imagen y semejanza del poder.

Creo que la pedagogía oficial consigue pasar inadvertida ocultando su naturaleza filosófica. La pedagogía se convierte en psico-pedagogía pretendiendo derivar sus dogmas de una supuesta naturaleza humana objetiva y neutralmente fijada por la psicología científica.

Así pues, la psicopedagogía sería una versión psicologista de la propia pedagogía, que a través de un discurso pseudocientífico aparentemente fundamentado en una teoría constructivista del aprendizaje, introduciría elementos políticos y éticos filosóficamente discutibles como verdades objetivas legalmente sancionadas. De ese modo se sustrae la reflexión pedagógica a sus más legítimos sujetos: los filósofos y los docentes en general.

Creo, por fin, que el legislador no debe asumir una pedagogía, sino garantizar la libre discusión racional entre teorías pedagógicas alternativas.