El mismo sueño de su adolescencia, cada vez más remoto.
Pasó otro curso. De Mileto a Turín una espiral a través de los años que, no podía ser de otro modo, acaba en cenizas. No hay resurrección sin muerte, pero la vida resurge cada vez más leve de entre las ruinas hasta extinguirse. Al buscar esos restos de vida aún cálidos y humeantes me encuentro, de nuevo, con Gil de Biedma:
“apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.
Pero dejemos la melancolía y disfrutemos de este verano del 81 que despunta:
Ya llegará octubre.