Apología de la nada (2 de 2)

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Según afirma la teoría de la información, la mínima cantidad de información posible (1 bit) es un contraste entre el 'sí' y el 'no' o entre el '0' y el '1', el ser y el no ser. La cantidad mínima de información que puede transmitirnos algo es si existe o no existe. Si es o no es. Faltando el no ser, habrá ser, pero no información. El ser no necesita de la nada para ser, pero sí para aparecer; la necesitamos nosotros para ver el ser. La nada, la negación, es la luz que recorta la silueta del oscuro, opaco e impenetrable ser de Parménides. Sólo si podemos pensar en la nada, se nos hará patente la primera de las “cadenas” que atan el Ser (recordemos el Poema): el principio de no contradicción. Sólo el pensamiento de la nada, bajo la forma de la negación, nos permite comprender. Inaugura la razón. Pero esa nada ¿de dónde sale?

Eckhart decía que es en el alma donde se hace la nada. La negación no puede darse sino en el pensamiento (oigo los dientes de Parménides rechinar...). La realidad es positiva. No hay hechos negativos. Nada podemos encontrar en el mundo que corresponda a una negación. Puede haber en el mundo un hecho A que corresponda a la proposición p y la haga verdadera, pero si afirmo no-p, por mucho que busque, por muchos instrumentos de medida que utilice, por mucho que me fije, jamás podré encontrar un hecho no-A. Como mucho podremos encontrar otros hechos B, C, D, E, etc. que hagan verdadera a no-p, pero no un hecho no-A (véase a propósito de esto la proposición 4.0621 del Tractatus de Wittgenstein, pero (?) también la 2.06). La negación de un estado de cosas es un ente de razón. Igual que el vacío en el alma era la condición de Eckhart para la aparición de Dios, la posibilidad de concebir la nada es la condición para que el ser se nos haga 'visible'.

La actividad fundamental de la conciencia es negar. La negación del ser nos permite alejarnos de la pura inmediatez y abrir un espacio vacío desde el que aparece el ser. Sin ese momento negativo estaríamos tan inmersos en el ser que no nos sería visible. No sería nada para nosotros. La negación continúa partiendo la tarta del ser en más trozos. Cuando distinguimos entre un perro y un gato, estamos introduciendo la negación en el ser, estamos negando su homogeneidad, y sólo entonces aparecen los seres. Un perro es un ser determinado porque no es un gato, ni un loro, ni un pez, etc. Pero sólo podemos pensar los seres, sólo podemos comprender esta realidad plural si negamos. De hecho la pluralidad de lo real sólo es algo para nosotros gracias a la negación.

Una vez que la conciencia hace aparecer el Ser mediante su negación -la nada-, el proceso negador se convierte en una especie de ácido que lo corromperá todo. El ser se dividirá hasta casi desaparecer. La realidad nos aparece ahora fragmentada, todo se deshace. Cuando Dios hace su aparición en el alma vacía, acaba muriendo de inanidad: Dios ha sido negado. Al negar a Dios aparece el Estado. Pero el Estado tampoco aguanta la embestida constante de la nada y sucumbe. Se hace visible el ser humano concreto, el individuo racional. Pero el ser humano, como decía Ortega, es el único ser que consiste en no ser. La nada anida en su esencia y se descompone en fluidos sometidos únicamente a la ley natural. Pero la ciencia acaba mostrando el fondo caótico de la realidad, el pensamiento niega el orden y todo resulta del encuentro fortuito de fuerzas e impulsos puntuales, difícilmente describibles. Todo parece reducirse a nada.
Esta experiencia de 'desaparición' es el síntoma de lo que Ernst Jünger denominó “nihilismo pasivo”, en una obrita titulada Sobre la línea. Asistir a esta desaparición del Ser puede conducir al derrotismo, al abandono, al “y a mi qué”, y al “vuelva usted mañana”. O todo lo contrario. En una época en la que todo parece desaparecer (!) hay quien trata de rellenar de nuevo los huecos de la nada: es el nuevo fanatismo. Se vuelve al Ser pleno por la vía rápida: negando el pensamiento, que es negar la nada. Es lo que hacen los fundamentalismos que vemos medrar en la actualidad. Son lo contrario del nihilismo pasivo.

Ahora bien, ¿es posible defender la nada, que es defender el pensamiento? ¿existe algo intermedio entre la línea que va del nihilismo pasivo al fanatismo? ¿existe alguna forma de mantener el pensamiento sin olvidar el ser? ¿existe un nihilismo activo?

Por el dolor, allá en mi reino triste,
un misterioso sol amanecía.