Filosofía y ciudadanía: estrangulamiento por rotación lógica de los términos.

El lunes comenzamos con el segundo seminario de Filosofía organizado por la Sociedad de Filosofía de la Provincia de Alicante. La experiencia del año pasado fue magnífica y creo que éste será mejor. Para los que no lo sepan, estos seminarios consisten en una serie de charlas impartidas por aquellos profesores de secundaria que deseen compartir con otros compañeros sus conocimientos, investigaciones, reflexiones, etc. Dada la bobalicona oferta de los cefires, estos seminarios se reciben como agua de Mayo. Inauguró la serie el profesor Andrés González con una charla acerca de la relación entre la filosofía y la ciudadanía crítica con la reforma a la que se está viendo sometida la filosofía en los institutos de secundaria, tema sobre el que ya nos habló el año pasado.


Con vehemencia y no poco seso Andrés sostuvo que la relación entre filosofía y ciudadanía puede adquirir dos formas. O bien la ciudadanía es dominante y la filosofía dominada, o bien la filosofía es dominante y la ciudadanía dominada. En el primer caso serían los ciudadanos los que filosofan, insertos en una situación concreta, y lo hacen como un ejercicio de libertad frente al Estado. Aquí la filosofía sería ancilla civis, pues sería un medio usado por el ciudadano para defenderse. Cuando la relación se invierte “por rotación lógica de los términos” y es la filosofía la que domina a la ciudadanía, lo que ocurre es que el ciudadano ya no filosofa, sino que es el filósofo el que se dedica a 'ciudadanizar'. La filosofía ya no es esclava del ciudadano, sino que es el ciudadano el que pierde su libertad y pasa a ser esclavo de una filosofía en el sentido de que es ésta la que tiene que fundamentar su ser. Ya no se trata de ciudadanos formados que filosofan, sino de una filosofía que forma al ciudadano. En esta versión la Filosofía sería una filosofa de Estado que tendría un objetivo meramente edificante.


La tesis de Andrés era que esta última versión (a la que llamó germánica, por oposición a la helénica) es falsa porque presupone la existencia de un sujeto trascendental que según él no existe. En efecto, si el filósofo fundamenta la ciudadanía, no lo hace como ciudadano, sino desde una racionalidad previa a toda concreción. Según Andrés, sólo un genio puede pretender estar en comunión con este sujeto trascendental, de modo que el resto de mortales tenemos que conformarnos con ser ciudadanos que simplemente, desde su situación concreta, filosofan influidos por todas las fuerzas que vienen a converger en nuestro presente.


La cuestión es que según el actual curriculum, los profesores de filosofía debemos fundamentar filosóficamente la ciudadanía, con lo que nos convertimos en piezas de una maquinaria que desde el Estado inocula una filosofía oficial a los ciudadanos.

El problema es que cuando el Estado tiene una filosofía que enseñar, los que sobramos somos los filósofos. Si hay una filosofía sustantiva ya no es necesaria la filosofía como actividad. Por eso corremos el riesgo de ser sustituidos poco a poco (y a mí me parece que eso exactamente es lo que va a pasar) por psicólogos, juristas, sociólogos y biólogos (¡CMC!), que creyendo estar transmitiendo contenidos científicos lo que harán es transmitir la filosofía oficial sin cuestionarla, que es, precisamente, lo único que todavía podemos hacer los filósofos.


Si Andrés tiene razón, la cosa es grave, porque al 'rotar lógicamente los términos' de la relación filosofía-ciudadanía de modo que sea la filosofia la que domine a la ciudadanía, más que invertir la relación, lo que hacemos es estrangularla, porque cuando la filosofía fundamenta a la ciudadanía, ni la filosofía es filosofía, porque se vuelve ideología; ni los ciudadanos son ciudadanos, porque se convierten en peleles.