Educar, enseñar, formar, instruir...



Un profesor que no es dogmático es simplemente un maestro que no enseña.
Gilbert K. Chesterton

He escuchado a docentes decir que ellos no son [no somos] simples enseñantes, instructores, formadores o trasmisores de conocimientos sino educadores. También a otros repudiar el título de educador y anhelar el neutral enseñante...

Con la ligereza de alma propia del sentimiento de deber cumplido paseaba ayer entre los estantes de la Fnac -lejos ya de los aromas de aceites de coco y zanahoria, de la sal y las sardinas asadas- miraba los volúmenes ordenados con el firme propósito de no adquirir ninguno hasta que no haya dado cuenta de los muchos que se apilan en la estanterías de mi domicilio. Las tentaciones no eran desdeñables; cogí un ejemplar –el único- del Parménides de Martin Heidegger, desgraciadamente la envoltura de plástico me impedía curiosear el contenido -y romper el envoltorio me parecía un poco incivil- Me dirigía, pues, con él hacia el mostrador de ventas cuando recordé que estoy enfrascado con La Viena de Wittgenstein, "con esta dispersión no llevaré a término nada", pensé, así que di media vuelta y deposité de nuevo a Heidegger con el envoltorio intacto en su nicho, quizá para Navidad-. Enfrente sesteaba un libro de pequeños ensayos de Chesterton, ¡y sin envoltorio!, abrí el libro y curioseé el contenido leyendo los títulos de los artículos: uno de ellos trataba sobre educación, otro sobre los errores médicos, me decidí por el primero, lo leí sin tan siquiera sentarme y su contenido resultó esclarecedor: en esencia venía decir Chesterton que la educación no es una palabra como teología, gastronomía, astronomía, porque no contiene unos objetos o contenidos propios, ya fuesen argumentos, misterios, manjares, cazuelas, planetas o estrellas. Educación significa simplemente trasmisión, trasmisión de los ya curtidos al que acaba de nacer. Depende de quien eduque trasmitirá unos contenidos diferentes, el delincuente nos educará en el arte de la estafa o de abrir puertas con ganzúa o a evadir impuestos o a traficar con sustancias prohibidas, el puritano nos educará en la observación de las fiestas, en la abstinencia y la mortificación, el político progresista en la igualdad, la paz y la solidaridad, el taurino nos educará en las suertes de capa, chicuelinas, verónicas... otros nos educarán en el conocimiento de la naturaleza, de los números, del arte, del razonamiento válido, de la escritura correcta... quien nos enseñe a dudar estará en deuda con Protágoras, con Gorgias o con Descartes.

Así que, siguiendo a Chesterton, educar es sinónimo de formar, instruir, enseñar... con lo que dejan de entenderse algunas cosas, pero se comprenden muchas más.

Abandoné, pensativo, el libro en el estante. Pienso volver a esa estantería en próximos días para leer nuevos capítulos. El libro se titula “Lo que está mal en el mundo”; si alguno de ustedes lo compra y tiene a bien prestármelo le estaré agradecido.