Si no lo creo no lo veo.


Un paseo por las bitácoras que frecuento me muestra que andan revueltas con el tema de la escuela, intentando colgar el muerto, ya a los profesores, a la sociedad, a los padres, a la ley, a las teorías pedagógicas. Así ya vamos para dos décadas. Y la polémica no amaina, ni lleva visos de hacerlo, se recrudece, nos aburre, seguirá haciéndolo y se volverá irrespirable. Nos hastiamos. Nos intoxicamos. Y nos volvemos menos capaces de afrontar los problemas. ¿Hay salidas? .. No vale encerrarse en la concha de caracol y resistir el asedio, pues la fortalece cae. A costa del seso protege la anestesia estupidizante. Los ánimos furibundos dejan tras de sí una negra estela de cadáveres y descomposición. La fatuidad nos obsequia con el “a mi plin soy ordoñezydominguín”. Y, como siempre, en este revuelto río ganan las naturalezas rampantes – y las cohortes aduladoras.

Detrás de todo ese malestar existe, quizá, el presentimiento de que el tiempo corre en la dirección que no deseamos. Quien valore la integración y la aquiesciencia grupal, puede sacar pecho y pisar decidido, pues el modelo socio-psicologista es su medio natural. Peor pintan las cosas para quien prefiera los espacios privados y valore más la verdad y el conocimiento, pues el sistema español lleva camino de situarse en las antípodas.

Mi recomendación es esmerarse en el cuidado del propio huerto... tomarse con naturalidad el que cada cierto tiempo los bárbaros te lo pisen, incluso indicarles sonriente que repasen con las pezuñas algunas hortalizas indemnes. Y confiar en que quedará un trocito de tierra fértil.

Si no, París.