Educación para la ciudadanía. Una propuesta metodológica para niños y para niñas.


Considero que la Filosofía en la educación secundaria está muerta o al menos moribunda. Planteaba en un post anterior dos alternativas; o bien abandonamos la filosofía conscientes de que el engendro de la ciudadanía pervierte y mutila nuestra actividad, o bien vamos a la huelga y luchamos contra el atropello. Prometía, sin embargo una solución de compromiso por si ninguna de las anteriores se daba (que es lo más probable). Ahí va.
Pongamos que ni abandonamos la filosofía ni hacemos una huelga de hambre y nos vemos en la tesitura de dar la ciudadanía esa. ¿Qué hacer? Lo mejor es tomárselo en serio y hacerlo lo mejor posible. Es lo más honrado. Aquí son posibles muchas propuestas igualmente respetables, yo propongo la mía y que cada cual haga lo que le parezca bien.

1.- No usar libro de texto.
A mí ya me ha visitado alguna editorial para convencerme de que use su libro de texto. He de decir que han llegado a ofrecerme un portátil y un proyector. No nos dejemos untar. La mayoría de los autores de libros de texto de educación para la ciudadanía -si no todos- son unos pillos que viendo la posibilidad de ganar unos euros se han echado al monte. Algunos, como Adela Cortina, en vez de utilizar su cátedra y su influencia para defender la filosofía, la están usando para escribir manuales-basura cuya calidad dista mucho de lo que uno esperaría de tales autoridades.
No usemos libros de texto porque además son malos, superficiales, cuestionables y prescindibles. Eso sí, hagamos que las editoriales nos los manden. Coleccionemos los ejemplares gratuitos para hacer gasto, pero ya.

2.- Dar lógica.
Si se trata de formar ciudadanos críticos y racionales no veo otro modo de comenzar que con una pequeña introducción a la lógica. Esta introducción puede ser más superficial en los cursos inferiores y más profunda en el bachillerato. Se trata de que sepan qué es un argumento, qué es una demostración, qué es una falacia, que el razonamiento no es algo arbitrario, sino regido por normas, que tiene algunos límites, etc. Se trata, en definitiva, de caracterizar la racionalidad de un modo riguroso, es decir, a través de la lógica. No debemos tener prisa en terminar esta parte.

3.- Hacer una selección de textos clásicos.
No usar libro de texto no significa no usar textos. Confeccionemos una selección de textos clásicos. Vale desde Platón y Aristóteles hasta Rawls, pasando por Hobbes, Rousseau, Locke, y S. Mill. Para cada epígrafe del curriculum oficial busquemos un autor clásico que lo cubra y hagámoslo constar así en nuestra programación para evitar sorpresas. El resultado será de mucha mayor calidad que cualquiera de los libros de texto de educadores para la ciudadanía como Cortina o Marina. Y hasta es probable que sean más fáciles para los alumnos. Por lo menos será más barato. Por supuesto esta selección de textos tendremos que hacerla nosotros. Eso cuesta esfuerzo pero vale la pena. Por mi parte me comprometo a compartir a través de este blog de forma gratuita todo el material que elabore. Si todos hacemos ésto, los pillos tendrán que buscarse un trabajo honrado.
Lo que debemos hacer es leer estos textos en clase y trabajarlos.

4.- Proponer lecturas obligatorias.
Los alumnos deberían leer al menos dos libros durante el curso. Da igual qué libros sean, que los elija cada uno conforme a sus gustos y preferencias. Estas lecturas deben cristalizar en un trabajo en el que los alumnos relacionen los temas tratados en clase (a través de la lectura de los textos clásicos) con el contenido del libro. Si pueden ser novelas clásicas de acción (Stevenson, Jack London, etc.) mejor.

5.- Poner películas.
Las películas pueden tener tanta calidad literaria como una buena novela. Sólo hay que escoger las mejores, sin pensar si les gustarán a los alumnos o no. Es igual la película que se ponga, creo que el único criterio es que al profesor le parezca buena. Los alumnos deben trabajar la película de modo semejante al punto 4.

6.- Leer la prensa
De vez en cuando convendrá leer la prensa, sin obsesionarse con ningún periódico en concreto. No se trata de seleccionar noticias ad hoc, sino de leer la prensa tal cual y sin más. Si conseguimos que los alumnos lean el periódico de vez en cuando, entonces estamos formando buenos ciudadanos. Únicamente hay que inventarse algún trabajillo sobre esto para que los alumnos se lo tomen en serio, pero aquí cada cual debe decidir en función de lo que tenga delante.

7.- Convertir la asignatura en una maría.
Muchos de los responsables de la reforma han insistido en que los profesores no debemos consentir que la ciudadanía sea una maría. Esto es sospechoso, máxime cuando no muestran el mismo interés por asignaturas como matemáticas o lengua. Todos sabemos que en el actual sistema es posible que un alumno con las matemáticas de 4º de ESO suspensas curse el bachillerato en la modalidad científica. Incluso parece que suspendiendo en el bachillerato cuatro asignaturas se podrá hacer algún arreglillo para que pase. ¿Por qué entonces tanto interés en la ciudadanía? Que se fastidien y aprobemos a todo el mundo, como hacen los de matemáticas, los de historia, los de lengua, etc. De hecho somos nosotros los que estamos más legitimados a aprobar a todo el mundo porque, digo yo, ¿qué significa suspender a un alumno en educación para la ciudadanía? ¿Significa eso que no es un ciudadano educado?

8.- No asistir a cursos, seminarios, conferencias ni charlas sobre educación para la ciudadanía.
Todos sabemos de la inutilidad de todas estas actividades. No asistamos. No saben más que nosotros. Usemos ese tiempo en buscar textos interesantes para clase.