Lejos de los ladrillos y los huevos


Ya es raro que en España se realice actividad filosófica alguna, especialmente en los últimos tiempos en que desde la administración se insiste en ponerle apellidos a la filosofía (ciudadanía, pitos, flautas y patrañas). Pero si nos gustan las rarezas, todavía es más raro que la actividad filosófica se realice en Alicante. Pero así ha sido. Desde la semana pasada un puñado de profesores de filosofía de la provincia de Alicante ha constituido, gracias a Ángel Martín, un grupo de trabajo en el que cada semana dos participantes tendrán la ocasión de exponer sus trabajos filosóficos a sus compañeros. La semana pasada, Juan José Lara se atrevió a romper el hielo hablándonos del empirismo, cuyos dogmas fue enunciando hasta dejarnos con la pregunta ¿qué queda del empirismo? La discusión posterior fue animada.

Lo de Juan José Lara estuvo muy bien, pero las ponencias de hoy no han tenido que envidiarle nada. En la primera de ellas, Jorge Pulla nos ha hablado del aura de la obra de arte, Walter Benjamin y la fotografía. La obra de arte tradicional tiene 'aura', es decir, un carácter único -sagrado, se diría- que le otorga cierta inaccesibilidad. Es ese sentimiento que uno tiene ante un cuadro cuando no ve una reproducción, sino el original y dice "vaya, esto lo pintó Velazquez, esos fueron sus trazos, esos mismos y no otros, este objeto que tengo delante es el mismo que tuvo delante Velázquez cuando lo terminó". Este 'aura' se pierde cuando la obra de arte puede ser reproducida sin límite, como es el caso de la fotografía. Pero esto no es algo negativo a jucio de Walter Benjamin, sino que está bien para acercar el arte a la gente. En el caso de la fotografía me ha resultado interesantísima la reflexión que en el turno de preguntas ha hecho Jorge Pulla. La fotografía, nos decía Jorge, tiene la capacidad de embellecer cualquier cosa, en ese sentido la mentira es algo que le pertenece esencialmente. Pero es por ello que existe el peligro de que nos anestesie ante el dolor, presentado como obra de arte bella. Mientras hablaba Jorge, me ha venido a la memoria una foto terrible que aparecía hoy en el país, en primera página. La foto es ésta:


Las dramáticas circunstancias de la fotografía pueden consultarse en la noticia. La cuestión es que hay un tipo a punto de lanzarle una piedra a un cadáver (se trata de un hombre que ha sido recientemente asesinado). La rabia contenida en el gesto del agresor se desatará contra un cuerpo que ya no sentirá nada, porque está muerto. La omnipresencia de fotografías e imágenes de este tipo, lanzadas como pedradas iracundas desde lugares siempre lejanos, pueden también convertirnos a nosotros en un cadáver emocional, insensibles ya al dolor. Es mejor no pensarlo, nos decía Jorge, porque si no, uno puede acabar por no hacer fotos, por considerarlo inmoral.

Durante el descanso, me he ido a la cafetería, impresionado por la reflexión que acababa de escuchar. Mientras tomaba el cortado un chaval, supuestamente alumno del instituto, se ha acercado al mostrador y tuteándola con cierto desprecio engreído le ha ordenado a la camarera: "¡Dame un ladrillo y un huevo!". En ese instante me he sentido completamente fuera de lugar, e incluso he experimentado una incomprensible tristeza. Esto sí que es raro -me he dicho. La camarera no ha mandado a la porra al chiquillo, sino que le ha servido lo que deseaba.

Al comenzar la segunda ponencia, me he sentido cómodo. El tema, a cargo de Juan Antonio Negrete era la naturaleza de la Filosofía misma, sin apellidos; nada más lejos de los ladrillos y los huevos. Juan Antonio ha advertido que se sentiría más cómodo si se le interrumpía a medida que en su ponenecia aparecieran dudas. Y se le ha interrumpido. Probablemente él se ha sentido más cómodo así, pero no ha podido terminar una ponencia que, por el estilo de Juan Antonio y por su claridad, prometía bastante. El problema es que las intervenciones se han centrado en temas accesorios y secundarios, de modo que lo fundamental, a saber, qué es la filosofía, no se ha podido desarrollar completamente. Lo que parecía apuntar Juan Antonio era algo muy interesante. La filosofía es un tipo de pensamiento que tiene que moverse siempre por arenas movedizas. La ciencia da por sentado una serie de cosas como la lógica, por ejemplo, pero la filosofía no puede dar nada por sentado. Lo que la ciencia considera su fundamento es lo que la filosofía tiene que fundamentar, por eso no puede apoyarse en nada; es dialéctica. Me hubiera gustado que Juan Antonio hubiera tenido tiempo para explicar el otro rasgo que consideraba esencial a la filosfía, la analogía, pero no ha podido ser. De todas formas la ponencia puede leerse aquí. La leeré.

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