Persecución lingüística
Hace dos años Gaspar Hernández, periodista inteligente y culto, inauguró un programa en Catalunya Ràdio, Una nit a la Terra, que se emitía de una a tres de la madrugada. Cada noche había una tertulia sobre temas intimistas o sociales en la que participaban dos invitados: editores, escritores, filósofos o poetas. Era un espacio ameno, de buen nivel y aceptación, con diferentes puntos de vista. Gaspar me invitó desde el primer momento y yo acepté muy complacida, como tertuliana fija, una vez por semana. Todos hablaban en catalán, salvo yo, que lo hacía en castellano; nunca fue obstáculo para que nos comprendiéramos y parecía un modelo ideal de convivencia lingüística, sin rigideces, sin exclusiones. Entiendo, leo y traduzco del catalán desde hace muchos años, pero me expreso mejor en castellano (me ocurre igual con el francés o el italiano) y vivo en una nación que tiene la suerte de ser bilingüe. Así lo es en la calle, en el Metro y en la comunidad vecinal.
Habría que recordar que un reglamento no puede ir contra la ley, y que por el momento, y espero que también en el futuro, Cataluña es y será una nación bilingüe, por lo cual no se puede perseguir o expulsar a nadie de su trabajo por motivos lingüísticos. La libertad de expresión es un derecho constitucional que atañe a todos los ciudadanos y no se refiere exclusivamente al pensamiento, sino a las lenguas en que se emite. Una tontería es una tontería, da lo mismo en la lengua en que se diga, y una frase de Shakespeare suele ser una genialidad, en inglés, francés, castellano, catalán o checo. ¿Nos hemos olvidado de una verdad tan elemental o los intereses políticos prescinden del humanismo? Creo haber sufrido un claro caso de persecución lingüística, como otras veces, he sufrido persecución política, bajo la dictadura uruguaya o franquista. Los fascismos tienen algo en común: siempre son excluyentes. Excluyen por motivos ideológicos, de raza, de sexo…o de lengua. Y es paradójico que me ocurra a mi, Premio Ciudad de Barcelona de Poesía en l992 por el libro que se titula precisamente Babel bárbara y donde se exalta la diversidad de lenguas, la Babel mítica. ¿Paradójico o síntoma de los tiempos que corren? Quizás no sea casual. Quien defiende Babel es discriminada. Es posible que quienes perpetraron esta exclusión ni siquiera sepan que soy Premio Ciudad de Barcelona o que luché clandestinamente contra el franquismo y a favor del catalán desde Agermanament, hace muchos años. Los censores no suelen leer y tienen pésima memoria.
Cristina Peri Rossi
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