Del abandono del Bachiller y los 6.000...


Parece ser que España tiene una de las cifras más bajas de alumnos que acaban la enseñanza post-obligatoria –o al menos parece ser que el número de titulados es menor del deseado- El gobierno ha manifestado su preocupación por este hecho y pretende corregirlo, no dudamos de la sintomatología, ni de la necesidad de corrección.

La cuestión, sin embargo, está en el cómo y en las causas. Curiosamente España tiene uno de los bachilleres más cortos de Europa, dos años. Podría pensarse que esta es una de sus causas, excesivos contenidos en poco tiempo, y por tanto excesiva dificultad. Este parece ser el análisis que justifica la solución propuesta desde el ministerio: el famoso y polémico bachiller con “curso puente”; si el alumno con dificultades pudiese cursar sólo aquellas asignaturas que suspende, sin necesidad de repetir todo el curso, podría alcanzar la titulación con algún año más. La misma ministra afirmó que obligar a cursar las asignaturas superadas era una invitación al abandono.

Para alguien poco familiarizado con el sistema educativo, el anterior planteamiento puede parecer lógico e irreprochable, sin embargo, para la mayoría de los que trabajamos en los IES es evidente que se trata de un error.

Porque la causa principal del abandono no es la dificultad del Bachiller; el problema está en un sistema educativo sin exigencias desde la ESO que ha sido incapaz de inculcar capacidad de esfuerzo a los alumnos. La solución del ministerio ahonda en el error y conducirá a agravar el problema, muchos alumnos acabarán el bachiller con conocimientos más precarios, pero es que además el número de los que fracasan será el mismo.. o incluso crecerá –salvo que se le otorgue el aprobado conjuntamente con la matrícula.

Pero ocurre que desmontar este sistema edificado sobre una infinidad de prejuicios es prácticamente imposible.... quizá el intento de prestigiar el estudio y el esfuerzo mediante recompensas económicas no sea tan mala idea, sería cuestión de hacerlo bien para evitar que sea un despilfarro inútil. Reconozco que estamos muy escarmentados y nos sobran razones para desconfiar, pero creo que si se puede superar este sistema nefasto debe ser por el camino de reconocer el talento y el esfuerzo. Y ese reconocimiento no puede consistir en palmaditas en la espalda y en buenas palabras, debe consistir en mejoras económicas o cualquier otro tipo de medidas que redunden en beneficio –tangible- del talento esforzado.