Dogmas de la pedagogía oficial (3).”No se trata tanto de saber como de comunicar”
La distinción entre profesores que conocen con profundidad su materia y los que saben comunicarla es un lugar común, un dogma y un prejuicio –uno de los más dañinos, además- En ocasiones se les presenta como exponentes de capacidades incompatibles; el primero es presentado como un erudito con rasgos autistas, insufrible para los alumnos, generalmente mal vestido, peor peinado, y desconoce absolutamente las Tics y las mediaciones; el segundo es la figura del seductor -democrático eso sí, los seductores no-democráticos deben estar convenientemente erradicados, lejos de los niños y del estado- Este adalid de la comunicación no debe perder el tiempo con los clásicos, debe ser, pues, decíamos, un seductor democrático, frecuentador de la sección de autoayuda de las grandes librerías, en las que aprende las técnicas retóricas y erísticas, la psicología del adolescente, la crisis de la familia, los trastornos psicosomáticos, el cambio climático y otros grandes problemas de nuestro tiempo ( todo ello conocido por las citadas fuentes) el conocimiento de la nuevas tecnologías aunque deseable no es imprescindible –por el momento- “pues ya sabemos cómo está internet”.
No me extenderé con esta injusta caricatura. Dejaré clara mi posición: eso de la persona que "no sabe tanto”, sin embargo es un gran comunicador, es simplemente un camelo. Lo que se necesita para trasmitir una enseñanza es pasión y eso no es una técnica que se aprende, sino algo que se experimenta, que se vive en la lucha por "dominar" una materia. Y si hay dominio -o mejor aún- voluntad de dominio entonces hay pasión. Si no hay, al menos voluntad de dominar –una materia no se me alarmen- no hay nada que trasmitir.
Seré positivo; dejaré la crítica y les presentaré quién es para mi ese educador ideal:
“De aspecto modesto, regordete y de cabeza redonda, un bigotito con puntas y ojos pardos que sonríen de buena gana, la mirada penetrante a veces y a veces profunda...
Este simpático tipo padece además un acusado e inoportuno tartamudeo en algunos momentos:
“su tartamudeo era trágico, por tratarse de un hombre de fecundo pensamiento y aficionado con pasión a comunicar ideas..”
Algunas ideas suyas sobre motivación resultarán cuanto menos chocantes para los seguidores de la pedagogía oficial:
“proclamaba como principios que lo importante no es lo que interesa a los demás sino lo que interesa a uno, y de lo que se trata, por lo tanto, es de despertar interés, lo que sólo puede ocurrir cuando uno se interesa fundamentalmente por un tema, y de ese modo al tratarlo, necesariamente comunica su interés a los demás, o si se quiere, crea un interés insospechado, cosa preferible al trabajo que consiste en procurar nuevas satisfacciones a un interés ya existente”
Tenía un público entregado, sin embargo escaso...
Quizá estén dispuestos a asistir a una de sus clases:
“Su espantoso tartamudeo acababa por no parecernos otra cosa que la expresión de su ardor entusiasta. Muchas veces, al ocurrir el percance, le hacíamos todos un signo común de aliento y alguno de sus amigos presentes dejaba oír un cordial “no importa”. Esto bastaba para poner fin a su atascamiento. Se excusaba entonces el orador con una franca sonrisa y durante un rato proseguía el discurso con una alarmante facilidad. ¿De qué trataba?. El hombre era capaz de hablar una hora seguida sobre “por qué Beethoven no había añadido un tercer tiempo a la sonata para piano op.III “- tema que sin duda vale la pena ser tratado. Pero imagínese uno el anuncio en el tablero de la “Sociedad de Actividades para el Bien Común”.. y comprenderá sin esfuerzo la escasa curiosidad que habría de despertar en el público.. Los que a la conferencia asistíamos, pasábamos una velada en extremo instructiva. ( A los demás no les interesaba ni poco ni mucho saber por qué la sonata op.III tenía sólo dos tiempos.) Al salir de la conferencia estábamos muy bien enterados. K la había ejecutado de modo impecable en el piano vertical puesto a su disposición (la sociedad no contaba con un piano de cola) y había también, al propio tiempo, analizado su contenido espiritual y las circunstancias en que –con otras dos sonatas más- había sido escrita, dando pruebas de un cáustico ingenio al comentar la propia explicación que Beethoven diera de por qué había renunciado a escribir un tercer movimiento que correspondiera con el primero. Al criado que se lo preguntara, contestó el Maestro –y se añade que la respuesta fue dada muy tranquilamente- que no había escrito un tercer movimiento, limitándose a prolongar el segundo, "por falta de tiempo"... y llegado a este punto exponía el orador el estado de Beethoven alrededor de 1820, cuando el oído, atacado por un proceso de corrosión imposible de detener, iba extinguiéndose progresivamente, hasta el punto de que no era posible, de ahora en adelante, dirigir sus propias obras .....
La clase se extiende un par de páginas más que podrán seguir si les interesa en Doktor Faustus. Thomas Mann
Si ha llegado hasta aquí, y es usted un admirador de la moderna pedagogía oficial, puede que el final le resulte intolerable:
“No se preocupaba K de preguntarnos si habíamos comprendido ni cuidábamos tampoco de preguntárnoslo nosotros. Cuando él decía que lo importante era que le escucháramos, nosotros, por nuestra parte, compartíamos plenamente su opinión.”
Post Data.
Espero con la ayuda de sus amables comentarios desarrollar mis opiniones, y si es menester matizarlas, corregirlas, y hasta quién sabe si abandonarlas.