Abel Martín
Abel Martín, poeta y filósofo. Nació en Sevilla (1840). Murió en Madrid (1898)
Abel Martín dejó una importante obra filosófica (Las cinco formas de la objetividad, De lo uno a lo otro, Lo universal cualitativo, De la esencial heterogeneidad del ser) y una colección de poesías, publicada en 1884 con el título de Los complementarios.
Digamos algo de su filosofía, tal como aparece, más o menos explícita, en su obra poética, dejando para otros el análisis sistemático de sus tratados puramente doctrinales.
Su punto de partida está, acaso, en la filosofía de Leibniz. Con Leibniz concibe lo real, la sustancia, como algo constantemente activo. Piensa Abel Martín la sustancia como energía, fuerza que puede engendrar el movimiento y es siempre su causa; pero que también subsiste sin él. El movimiento no es para Abel Martín nada esencial. La fuerza puede ser inmóvil -lo es en su estado de pureza-; mas no por ello deja de ser activa. La actividad de la fuerza pura o sustancia se llama conciencia. Ahora bien: esta actividad consciente, por la cual se revela la pura sustancia, no por ser inmóvil es inmutable y rígida, sino que se encuentra en perpetuo cambio. Abel Martín distingue el movimiento de la mutabilidad.
El movimiento supone el espacio, es un cambio de lugar en él, que deja intacto el objeto móvil; no es un cambio real sino aparente.
"Sólo se mueven -dice Abel Martín- las cosas que no cambian".
En la primera página de su libro de poesías Los Complementarios, dice Abel Martín:
Mis ojos en el espejo
son ojos ciegos que miran
los ojos con que los veo.
En una nota, hace constar Abel Martín que fueron estos tres versos los primeros que compuso, y que los publica, no obstante su aparente trivialidad o su marcada perogrullez, porque de ellos sacó, más tarde, por reflexión y análisis, toda su metafísica.
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Que fue Abel Martín hombre en extremo erótico lo sabemos por el testimonio de cuantos le conocieron, y algo también por su propia lírica, donde abundan expresiones, más o menos hiperbólicas de un apasionado culto a la mujer.
Ejemplos:
La mujer
es el universo del ser.
(Página 22)
Sin el amor, las ideas
son como mujeres feas,
o copias dificultosas
de los cuerpos de las diosas.
(Página 59)
Sin mujer
no hay engendrar ni saber.
(Página 125)