Los avatares y el liberalismo


Ya no son horas de hacer una reseña de las ponencias que, a cargo de Enrique Ujaldón y Rafael Herrera, y bajo los auspicios de la SFPA, pudimos disfrutar en Elche el pasado martes. Para los interesados en conocer las tesis principales defendidas por Ujaldón les remito a esta página y a esta. Aquí me ocuparé de cuestiones más o menos secundarias que por algún motivo me llamaron la atención.

Ujaldón comenzó su ponencia matando al padre (Adam Smith) , como debe ser. Mostró el ponente la voluntad de superar a los clásicos del liberalismo del mismo modo que Einstein ha superado a Galileo. No se trata de argumentar si ser liberal o no, debate que a Ujaldón le pareció soslayable, sino qué tipo de liberalismo hay que defender.

Me gustó que Ujaldón se afanara en diferenciar el liberalismo del conservadurismo. Ambas posiciones se encuentran en ocasiones unidas -digamos- estratégicamente, pero ya está. El conservador desconfía del Estado como reformador social, pues supone que la sociedad tiene su propia dinámica y que está bien. El liberal desconfía también del Estado, pero no como reformador social, sino como inspector social, por decirlo de alguna manera. El liberal no teme las reformas, lo que teme es la esclavitud. El conservador no teme la esclavitud (aunque no necesariamente la desea), lo que teme son las reformas. Estas disquisiciones teóricas son importantes porque la deriva de la historia a veces nos hace comulgar con ruedas de molino y tenemos que ver cómo en el espacio político se confunde todo. De hecho yo diría que a veces incluso el conservadurismo más adánico tiene la jeta de presentarse como lo más progre de lo progre. Y para muestra, un botón: los 'avatares esos', que trajo a colación el mismo Ujaldón, que por algún motivo acababa de ver la película y parecía encontrarse traumatizado por ella.

Yo también vi la película, y además en 3D, pero he tenido que tirar de wikipedia para recordar que los 'avatares esos' son en realidad los na'vi, una raza humanoide, azul y brutal. Lo interesante de la película es Pandora, el planeta que habitan los na'vi. Parece que todos los seres vivos de Pandora pueden conectarse utilizando una especie de cableado nervioso que tienen en las colas, formando una especie de 'red neural'. El conocimiento de cada uno de los individuos se almacena en la red, cuyo centro neurálgico, el árbol de las almas, es tomado por los na'vi por una especie de Dios. En cuanto un na'vi conecta el rabo al árbol, su estado de conciencia cambia, se quita el velo de Maya, y su existencia individual se revela pura apariencia; por unos instantes su percepción es la percepción de la Red, alcanzando una sabiduría holística. Por supuesto el árbol de las almas está amenazado por una gran empresa que pretende hacerse con cierto mineral que podría resolver definitivamente las necesidades energéticas de la tierra (ahí es nada). La malvada y cruel empresa, movida por el interés individualista que ha acabado con la tierra, contra la bondadosa, 'natural', raza de los na'vi, partícipes de una sabiduría superior, pero armados con lanzas y flechas. No hay que ser un gran exégeta para ver por dónde andan los tiros. Sin ir más lejos, los Comunistas de San Petersburgo han acusado a James Cameron de "apropiación de la propiedad intelectual socialista" (sic) y piden una orden de captura internacional contra el director. Añaden a sus acusaciones que "los adolescentes se asustan al ver esas caras azules, fruto de la imaginación enfermiza de Cameron, no pueden dormir por las noches, no descansan y en consecuencia ponen nerviosos a sus padres". En todo caso, como señaló Ujaldón, es curioso que una película tan furibundamente contraria a la tecnología haga un uso tan exhaustivo de la misma.

La cuestión es que hay muchas Pandoras por ahí esperando que conectemos nuestros rabos neurales y perdamos nuestra conciencia individual, tan molesta, malvada y mezquina. Quizá una de esas Pandoras que se nos echan encima es el nuevo uso del concepto de 'pacto'. Ujaldón trató también este tema en referencia al liberalismo. A diferencia de otras teorías políticas, el liberalismo, al menos el defendido por Ujaldón, no pretende terminar con la política, sino hacerla. Es un viejo sueño totalitario acabar con la política, alcanzar una sociedad sin clases, sin conflicto, sin motivos, al fin, para seguir haciendo política. Los pactos, que duda cabe, son herramientas políticas. Pero últimamente el concepto de 'pacto' parece utilizarse más como un fin que como un medio, y no sólo en el ámbito económico, sino también en el educativo (que me parece más peligroso). Parece ahora que todos tenemos que enchufarnos al pacto, que en el pacto, superando nuestra individualidad, alcanzaremos un estado de conciencia superior, una visión holística que resolverá todos los conflictos. Y opóngase usted a pacto, le tacharán de reaccionario, de no querer resolver los problemas, de individualista (toma), y Dios sabe de qué más.

Contra este instinto individuo-fagocitador de Pandora nos previno, tras la ponencia de Ujaldón, Rafael Herrera, en cuya conferencia defendió un modelo de individuo que no teme abstenerse de enchufarse a Pandora y que se construye frente a ella. Tal vez este individuo es tan utópico como la propia Pandora, pero es más sano.