Que nos la meten doblada
Acabo de leer la orden en la que se establece el currículum de la psicopedagogía. Comentarlo debidamente sería materia para todo un ensayo por lo que aquí sólo puedo dedicarme a señalar algunas ideas . De todos modos, pido perdón por la extensión indecente del post.
A estas alturas, los beneficios que la psicopedagogía ha aportado a la sociedad son evidentes a la luz de los progresos cívicos, morales e intelectuales de nuestros alumnos. Pero al parecer, no bastan los éxitos cosechados por tan noble disciplina para garantizar al psicopedagogo, benefactor de la humanidad, una parcelita en la Isla de los Bienaventurados. Así que, para que no haya dudas, quien quiera que haya detrás de ésto, ha diseñado la asignatura para legitimar, primero, la labor de los psicopedagogos y orientadores, y segundo, el sistema educativo actual. Se trata de otra asignatura ideológica que viene a deteriorar el sistema educativo junto a las ‘ciudadanías’, las Ciencias para el mundo contemporáneo, los Fundamentos de derecho, y hasta Educación físico-deportiva y salud (En el currículo de ésta dice: “Este curriculum trata de dar un paso más hacia la autonomía del alumnado en la planificación, gestión y práctica de la actividad física, así como en la comprensión del mundo en el qué vivimos”. La cursiva es mía, la falta de ortografía no).
La justificación de psicopedagogos y ‘orientadores’ sería sólo una mezquindad sin importancia si no se ampliara delirantemente la función del ‘orientador’ (esta palabra nunca debe ser escrita sin comillas):
“La orientación se refiere a un conjunto de actividades que permiten a los ciudadanos de cualquier edad identificar en cualquier momento de su vida sus aptitudes e intereses, adoptar decisiones importantes en materia de educación, formación y empleo y gestionar su trayectoria vital individual en el aprendizaje, el trabajo y otros entornos […] a lo largo de toda la vida utilizando las técnicas adecuadas [..]”. (Cursivas siempre mías).
Si la psicopedagogía tiene que ver con la gestión de la ‘trayectoria vital individual’ de ‘ciudadanos de cualquier edad’ a lo largo de ‘toda la vida’, mucho me temo que los psicopedagogos no se conformen ya con sus siniestros despachitos; querrán un Ministerio (no crean, señores, que no veremos el Ministerio de Educación convertido en Ministerio de Orientación psicopedagógica).
Esta ‘orientación’ total (¿y totalitaria?) se legitima como se suelen legitimar hoy en día los delirios mesiánicos: haciéndose pasar por ciencia. De nuevo, palabras del currículum:
“La Psicopedagogía se define […] como la ciencia que se responsabiliza de personalizar los procesos educativos”
Una ciencia, señores, así que tranquilos, ‘ciudadanos de cualquier edad’, que sus vidas serán ‘orientadas científicamente’ utilizando “las técnicas adecuadas en los diferentes momentos en los que se puedan producir situaciones de transición”.
Ahora que la Psicopedagogía es una ciencia, el objetivo (de hecho es el ‘Objetivo general’ número 2) es
“Discriminar los planteamientos de la Psicopedagogía de otras formas no científicas de abordar los procesos de aprendizaje”
¿’Formas no científicas’? ‘¡Caca! ¿Quién habrá estado reflexionando sobre educación desde ‘planteamientos no científicos’? ¿Platón? ¿Aristóteles? ¿Rousseau? ¿Kant? ¿Hegel? ¿Nietzsche? ¿Bertrand Russell? Saben… Me parece que nos la quieren meter doblada, y como nos creamos el currículum, acabaremos sacando la filosofía a la calle… para que nunca más vuelva a las aulas. De hecho, la psicopedagogía la acabarán dando los de Ciencias para el Mundo Contemporáneo.
¿Y qué hacemos en clase? Muy fácil: lo contrario del espíritu del currículum, pero con un respeto religioso hacia su letra. El principio que hay que seguir para programar nuestra asignatura es ‘¿Querías caldo? Pues toma dos tazas’. De momento no tengo ninguna propuesta sistemática, pero valgan las siguientes ideas a modo de esbozo de lo que yo creo que hay que hacer:
1. La psicopedagogía no es una ciencia y eso es algo que debe quedar claro. Tampoco es ‘ciencia aplicada’. Tampoco es una ‘técnica’. De hecho no es nada, aunque la psicología y la pedagogía sí lo son. No vendría mal un poco de filosofía de la ciencia en clase de psicopedagogía (casi lo está pidiendo el ‘Objetivo General’ 2), antes de que los alumnos sean contaminados por la barbarie progre-positivista de CMC.
2. La psicología sí es una ciencia y el aprendizaje puede ser estudiado científicamente, por lo que es importante tratar los fundamentos neurológicos y psicológicos del aprendizaje.
3. La pedagogía no es una ciencia, sino una reflexión filosófica sobre la educación. Por lo tanto después de tratar las cuestiones psicológicas, hay que dar filosofía. No puede faltar Platón, ni Rousseau, ni Nietzsche (no tiene desperdicio Sobre el porvenir de nuetras instituciones educativas).
4. ‘Educación’ es un concepto esencialmente teleológico. Toda educación hace referencia a un fin, a un ideal humano a alcanzar. Los fines no pueden ser establecidos científicamente (a no ser que seamos Gobineau). Por ello la ética y la política son ineludibles en la reflexión pedagógica. Es una asignatura ideológica. No lo ocultemos.
5. Lo cierto es que de momento (eso acabará) el currículum deja al profesor cierta libertad para seleccionar los contenidos “que considere que deba tratar” por lo que no hay problema para centrarnos en psicología y en pedagogía. Sin embargo el texto se permite ciertas recomendaciones. Mi consejo es no seguir ninguna. Especialmente hay que huir de uno de los contenidos que el currículum considera ‘un apartado interesante’, y es la elaboración de un ‘Plan de desarrollo personal y profesional’. Además, habría que hacer caso omiso, en la medida de lo posible, del punto 3 de los contenidos titulado “La orientación educativa y profesional”. Si damos esa parte, nos convertiremos en el corre-ve-y-dile del psicopedagogo del centro.
6.- El currículum permite que se trate la historia de la educación. Así sea. Una lectura imprescindible para el profesor de psicopedagogía: Paideia, de Jaeger.
7.- Uno de los contenidos tiene que ver con el conocimiento del sistema educativo actual, la legislación respectiva y eso. Bien, tratémoslo. ¿Qué tal el panfleto antipedagógico? ¿Leemos a Inger Enkvist?
8.- Debería haber alguna lectura obligatoria en el curso, especialmente literatura. Se me ocurre El árbol de la ciencia, de Pío Baroja, Colmillo Blanco, de Jack London o Un yanqui en la corte del rey Arturo de Mark Twain. Incluso el Lazarillo de Tormes, si los de antes parecen largos. Se aceptan propuestas.
9. El currículum insinúa que a parte de las exposiciones por parte del profesor o de algún alumno, se invite a “otros expertos” (¡Otros!). No lo hagan.