El gesto


“No mire vuesa merced en niñerías, señor don Quijote, ni quiera llevar las cosas tan por el cabo, que no se le halle. ¿No se representan por ahí casi de ordinario mil comedias llenas de mil impropiedades y disparates, y, con todo eso, corren felicísimamente su carrera y se escuchan no solo con aplauso, sino con admiración y todo? Prosigue, muchacho, y deja decir, que como yo llene mi talego, siquiera represente más impropiedades que tiene átomos el sol.”
Justificar a ambos ladosMaese Pedro
en Don Quijote de Miguel de Cervantes

Desde hace unos doce o quince años vengo leyendo 1984 de Orwell cada curso con mis alumnos. Los primeros años el libro nos horrorizaba y a la vez nos sorprendía, nos parecía intolerable, pero también increíble, la vigilancia absoluta a través de cámaras instaladas en cada rincón de aquel mundo imaginario. También nos sorprendió aquel año en que Tele5 empezó a emitir anuncios acerca de un próximo y enigmático Gran Hermano -¿qué significaba eso?-, seguimos con interés las primeras discusiones acerca de los programas basura y el morbo, algún filósofo habló de interesante experimento sociológico y nos reímos con aquello de: “¡Tranquila España, que me voy a casar con ella!” y el “¡¿ quién me pone la pierna encima?!” Con el paso de los años las cámaras de vigilancia han salido del libro para instalarse paulatinamente en casi todos los lugares públicos, calles, bancos, aeropuertos, estaciones de trenes, autobuses, parking, cafeterías, centros oficiales, y últimamente en los centros de enseñanza. Es fácil entender que en muchos lugares públicos –posibles objetivos terroristas- las cámaras son un elemento imprescindible de seguridad, también es comprensible que los particulares defiendan sus propiedades -y su privacidad- como consideren oportuno. Pero ¿es admisible la velocidad con que proliferan y se instalan cámaras en los centros de enseñanza?, ¿Qué razones asisten para colocar cámaras en pasillos, patios y no digamos en aulas o departamentos?. Esta semana leemos en la prensa la noticia sobre el profesor Luis Leante denunciado y detenido en su centro, esposado y mantenido casi cuarenta y ocho horas en un calabozo acusado de hacer desaparecer tres videocámaras del instituto El Plà de Alicante. Desconozco los detalles pero no puedo evitar, como otros, sentir simpatía por este profesor émulo de Winston Smith o del mismo Don Quijote cuando arremetió contra el retablo de Maese Pedro...

Y mientras tanto se siguen multiplicando los Ginesillos de Pasamonte o de Parapilla.