Filosofía: cantidad y calidad

Pocas dudas pueden caber acerca de que la cultura general de una persona con un cierto nivel educativo -un bachiller, pongamos por caso- debe contener conocimientos respecto a los grandes temas tradicionales de la Filosofía. ¿Cómo entender, por ejemplo, la sociedad griega sin tener noticia de las ideas de Sócrates y Platón? ¿Y la historia del mundo contemporáneo sin conocer la teoría de Marx? Pocas dudas caben, tampoco, de que ya el intento de comprensión de estas cuestiones supone un esfuerzo intelectual notable, como lo supone la comprensión de cualquier teoría científica. Generaciones de españoles recuerdan el esfuerzo invertido en componer una disertación coherente sobre alguna de las abstractas cuestiones filosóficas (aunque no más abstractas que las matemáticas, por poner un ejemplo). Estas dos razones han motivado que la Filosofía exista como materia de estudio en el sistema educativo español desde su nacimiento. Sin embargo, ésta ha sido también motivo de ataques en las dos últimas leyes educativas de gobiernos socialistas, la LOGSE y la LOE. Los profesores de Filosofía nos hemos visto obligados ante estas dos leyes educativas a salir en defensa de la Filosofía, a justificar su necesidad, a explicar nuestra labor; esto cansa ya. Y, sobre todo, crea una inseguridad en el gremio que, forzosamente, se transmite en su labor profesional.
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