Dogmas de la pedagogía oficial (1) Los padres.

Desde el inicio de este blog, venimos ocupándonos ocasionalmente de cuestiones relacionadas con la educación. Creo que la condición para conseguir un sistema educativo de calidad pasa por una necesaria reflexión pedagógica crítica y libre de prejuicios. Sin embargo desde que he aterrizado como funcionario en este mundo no he visto más que dogmatismo. El hecho es que hay una teoría pedagógica oficial que en la práctica se nos impone. Esta imposición suele adoptar formas más o menos sutiles, a veces casi imperceptibles, pero acaba contaminando y crispando a todos. La mayoría hemos asistido a los famosos cursillos de formación en los que cualquier persona sensible se sentirá ofendida por los métodos infantiloides que se gastan. Al final se dan por sentadas ciertas 'verdades' y se culpabiliza e incluso se desprecia profesionalmente a quien no comulgue con dichas tesis. Hablando con compañeros de profesión he descubierto que somos muchos los que no aceptamos esta imposición dogmática. Somos muchos, también, los que creemos que tras toda la jerga pedagógica oficial no hay nada, que son sólo palabras que hay que aprender a utilizar para escribir las programaciones. Somos muchos -y podría seguir así durante más tiempo- los que estamos hartos de que lo que llaman formación del profesorado se reduzca a cursillos de risoterapia, globoterapia y demás sandeces. ¿Pero quién le dirá al emperador que va desnudo? Si quieren discutir, pensar y argumentar conmigo en libertad, pinchen 'leer más'.


Pretendo iniciar una serie de posts que titularé 'Dogmas de la pedagogía al uso' y que iré publicando de vez en cuando, para no aburrir. En ningún caso mi objetivo será atacar o despreciar el trabajo de ningún profesional de la educación; daré por sentado que las personas son buenas, pero que las teorías pedagógicas que sostienen pueden no serlo. Tampoco estoy en condiciones de denunciar la falsedad de la pedagogía oficial; sinceramente: yo no sé cuál es la verdadera pedagogía. Ni siquiera sé si tal cosa existe. Lo que quiero denunciar es el dogmatismo. Para ello trataré, en primer lugar, de identificar esos dogmas y procuraré, en cada caso, oponer una tesis contraria de modo que resulte verosímil, lo cual no implica que yo la considere verdadera. El efecto que pretendo es, simplemente, debatir sobre lo que se nos presenta como indebatible. Espero que nadie se me enfade porque creo que es mi obligación como profesional plantearme estas cosas.
Uno de los dogmas que se nos repite con una insistencia tan machacona como escasa en argumentos es que los padres deben implicarse en la educación de sus hijos. Si la pedagogía oficial fuera sensata no repetiría tanto este dogma porque es evidente. Su insistencia sólo tiene sentido en la medida en que cuando se habla de 'implicación' no se están refiriendo a lo que cualquier hijo de vecino entiende. La pedagogía oficial ha acuñado el concepto de comunidad educativa. A cualquiera que oiga hablar del bicho le parecerá que tiene un estómago voraz e insaciable porque ahí cabe todo. No sólo pertenecen a la comunidad educativa los alumnos y los profesores, también los padres, el personal de administración y servicios (!), los ayuntamientos, las autoridades competentes, la policía, los bomberos, la conferencia episcopal, los medios de comunicación, la señá ministra, la asociación de amas de casa y el sindicato de vendedoras de thermomix.



La cuestión es que los padres, como son miembros de pleno derecho de esta comunidad tienen la obligación de implicarse con los centros, participar en sus actividades, reunirse en sus instalaciones, etc. Para colmo, la pedagogía oficial, muy en su línea, culpabiliza, sataniza y abomina de los padres que prefieren educar a los hijos al calor del hogar y dejar que los maestros y profesores se ocupen de su instrucción, que para eso cobran. Esto de que a los profesores nos hacen falta los padres, que no hay Dios que se atreva a negarlo, no siempre ni para todo el mundo ha sido tan evidente. Permítanme citar un texto del siglo XVI, que debemos a Montaigne,y lo dejo por hoy:


“Es opinión aceptada por todos que no conviene educar a un niño en el regazo de sus padres, porque el natural amor paternal enternece y relaja en exceso incluso a los más discretos progenitores, haciéndoles incapaces de castigar las faltas de sus hijos y de verlos educados dura y peligrosamente, como es menester. [...] Porque es irremediable que quien quiera hacer un hombre honrado no ha de mimarlo en sus primeros años [...]
La autoridad del preceptor, que sobre el niño debe ser soberana, se interrumpe y obstruye con la presencia de los padres”



Creo que la única razón por la que la pedagogía oficial quiere acercar los padres a los centros es para contaminarlos también a ellos con su propaganda. ¿Pero para qué?